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martes, 4 de noviembre de 2014

LA ESENCIA DE LA RELIGIÓN

La decadencia de las ideas religiosas tra-dicionales, los dogmas, es un hecho. Pese a ello, el problema del papel que desempeña la religión aún no ha sido resuelto. Puesto que las creencias no son del todo conocidas, suelen permanecer ocultas, puede que no sea la fe, sino el sentimiento lo que hace la religión; sentimiento introducido en las creencias, aislado del intelecto, resulta el factor determinante de la acción.

El alma humana es una extraña mezcla de Dios y bruto, el campo de batalla de dos naturalezas: la individual (finita y egocéntrica) y la universal (infinita e imparcial).

La vida finita está vinculada al cuerpo y concibe el mundo desde el aquí y el ahora, vida instintiva, las cosas prestan un servicio al yo. Impelido por el instinto de conser-vación, levanta muros alrededor de la parte infinita.

La parte infinita no elige un punto de vista para el mundo, sino que brilla en su imparcialidad, es elevado. Es imparcial, y por serlo encuentra la verdad cuando actúa; y el amor universal cuando siente. Es el principio de unión en el mundo. Una vida en la que predomina esta intuición parece a salvo del conflicto, en armonía con el todo, libre de las prisiones amuralladas que constituyen los deseos instintivos del yo finito.

Esta experiencia de una sabiduría repentina es la fuente de lo esencial para la religión. El misticismo interpreta esta experiencia como el contacto con un mundo más profundo, ve la gloria de Dios. Con esta interpretación el misticismo reduce el valor de la experiencia que lo sostiene. La cualidad de infinitud que sentimos no se justifica por la percepción de nuevos objetos distintos a los que suelen parecernos finitos, sino por una forma diferente de mirar esos mismos objetos, más impersonal, más amplia. No es otro mundo donde hemos de buscar esa paz y esa belleza, sino en el mundo actual y cotidiano, en medio de la acción y las ocupaciones de la vida.

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